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Líberado de la comparación mediante palabras abruptas

Juan 21:18-22

Después de resucitar de entre los muertos Jesús le preguntó tres veces a Pedro si él lo amaba. En las tres ocasiones Pedro le contestó que . Jesús entonces le dijo a Pedro cómo sería su muerte – aparentemente crucificado. Pedro tuvo curiosidad de cómo le iría a Juan. Asi que le preguntó a Jesús, “¿Y qué con éste hombre?” Jesús no le hizo caso a la pregunta y dijo: “¿A ti qué? ¡Tú sígueme!” Aquí está el intercambio en su totalidad:

“En verdad, en verdad te digo: cuando eras más joven te vestías y andabas por donde querías; pero cuando seas viejo extenderás las manos y otro te vestirá, y te llevará adonde no quieras. Esto dijo, dando a entender la clase de muerte con que Pedro glorificaría a Dios. Y habiendo dicho esto, le dijo: Sígueme. Pedro, volviéndose, vio que les seguía el discípulo a quien Jesús amaba, el que en la cena se había recostado sobre el pecho de Jesús y había dicho: Señor, ¿quién es el que te va a entregar? Entonces Pedro, al verlo, dijo a Jesús: Señor, ¿y éste, qué? Jesús le dijo: Si yo quiero que él se quede hasta que yo venga, ¿a ti, qué? Tú, sígueme”

Las palabras abruptas de Jesús - “¡No es asunto tuyo, sígueme!” – son música a mis oídos. Ellas me liberan del lazo deprimente de la comparación funesta. A veces, cuando escanéo los anuncios de 'Christianity Today' (todos los diez mil), me desanimo. No tanto como lo hacía hace veinticinco años, pero aún encuentro agobiante la avalancha de sugerencias ministeriales.

Libro tras libro, conferencia tras conferencia, DVD tras DVD, - diciéndome cómo tener éxito en el ministerio. Y todos dándome sutilmente el mensaje de que no lo estoy haciendo bien. La adoración podría ser mejor. La predicación podría ser mejor. La evangelización podría ser mejor. La asistencia pastoral podría ser mejor. El ministerio juvenil podría ser mejor. Las misiones podrían ser mejor. !Esto es lo que funciona! !Compra esto! !Ve aquí! !Hazlo de esta manera! Y para añadir leña al fuego, !algunos de esos libros y conferencias son míos!

Así que me sentí alentado por las palabras abruptas de Jesús hacia mí (y hacia ti): "¿Y a ti qué? ¡Tú sígueme!" Pedro acababa de escuchar una palabra muy fuerte: Tú morirás - con mucho dolor. Y su primer pensamiento fue la comparación. ¿Y qué con Juan? Si yo tengo que sufrir, ¿sufrirá él también? Si mi ministerio va a terminar de esa forma, ¿cómo terminará el suyo? Si no llego a vivir una larga vida de ministerio fructífero, ¿llegará a hacerlo él?

De esa forma pensamos como pecadores. Comparar. Comparar. Comparar. Ansiamos saber en dónde estamos en comparación con otros. Hay algo de orgullo si podemos encontrar a alguien que sea menos efectivo que nosotros. ¡Ay! Aún recuerdo la pequeña nota que me dejó mi Asistente Residente en Elliot Hall durante mi último año en Wheaton: “Amar es dejar de comparar.” ¿Qué tiene que ver eso contigo, Piper? ¡Sígueme!

Esa palabra causó en mí gran regocijo. Jesús no me juzga por mi superioridad o inferioridad respecto a otras personas. Ningún predicador. Ninguna iglesia. Ningún ministerio. Esos no son los estándares. Jesús tiene un trabajo para que yo haga (y uno diferente para ti). No es lo que le ha dado a otros a hacer. Hay gracia en hacerlo. ¿Confiaré en El por esa gracia y haré lo que me ha sido dado a hacer? Esa es la pregunta. ¡Oh! ¡La libertad que llega cuando Jesús nos fortalece!

Espero que encuentres el ánimo y la libertad hoy, cuando escuches a Jesús decir a todas tus comparaciones: ¿A ti qué? ¡Tú sígueme!

Aprendiendo a caminar en libertad contigo,

Pastor John

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